Roger Waters – “The Wall Live”

Estadio River Plate – Bs. As., Domingo 18 de Marzo 201221:00 Hs.

Por Hugo Lagar

Set-List: Mismo orden de temas del álbum “The Wall”, incluyendo la canción no editada previamente “What Shall We Do Now?”, distribuyéndose en dos partes su ejecución, según la división de Disco 1 y Disco 2 del álbum en estudio.

Integrantes: Roger Waters (Voz líder, Bajo, Guitarra Acústica, Trompeta); Snowy White (Guitarras Varias); Dave Kilminster (Guitarras varias y Banjo); Graham Broad (Batería y Percusión); Jon Carin (Teclados, Guitarras varias y Lap-Steel); Harry Waters (Teclados, órgano y Acordión); G.E. Smith (Guitarra,  Bajo y Mandolina); Robbie Wyckoff (Voz en las partes correspondientes a David Gilmour); Jon Joyce, Kipp, Mark y Pat Lennon (Coros). Se incluye la participación de un grupo de niños en “Another Brick In The Wall Part II”.

La Previa

En primer lugar, en el caso de esta crónica en especial, anticipo que será la más emocional y subjetiva que me dispongo a escribir sencillamente porque (además de la admiración que por este artista, su ex grupo Pink Floyd y -en particular- esta obra discográfica doble y conceptual, tengo) he asistido al mejor concierto de mi vida, en mis actuales cuarenta y tres años; y estimo que pasarán muchos años para ver y escuchar una propuesta que la supere.

Cuando Roger Waters anunció públicamente que emprendería una gira mundial montando nuevamente la propuesta de la obra conceptual “The Wall”, con motivo de celebrarse el trigésimo aniversario de su edición y gira (1980-81), nos enteramos que Argentina estaba en alguna etapa de su desarrollo. Pero lo inimaginable entonces (y ahora también) era (y es) el megaéxito de convocatoria popular que cosechó en nuestro país, agregando fechas de presentaciones en el Estadio River Plate, llegando a un noveno show -Martes 20 de Marzo- y hasta especularse localmente con una presentación multitudinaria y gratuita en algún espacio público de amplia superficie de la Ciudad de Buenos Aires (cuasi-noticia que fue rápidamente desmentida por la productora local).

            Suceso que marca un hito de convocatoria que será difícil de superar por años (Soda Stereo –con su Gira “Me Verás Volver” del 2007- eran hasta ahora quienes llevaban el record de convocatoria, con seis fechas en mismo Estadio) en nuestro país y en la carrera de Waters. Si Roger tenía un importante afecto por Argentina, desde su visita previa, es de esperarse que establezca “lazos mucho más estrechos” ahora, más allá de todo el episodio mediático sobre sus declaraciones acerca de Malvinas.

Quien esta crónica escribe venía interiorizándose del desarrollo de la gira desde su comienzo (allá por Noviembre del 2010), mirando videos por YouTube y leyendo toda noticia ó reseña de fans vía internet. Pero algo muy distinto fue vivenciarlo en carne propia el pasado domingo 18 de Marzo en River Plate. Si uno es amante del rock and roll en general y del rock sinfónico en particular, es simple y sencillo: no podes perdértelo de ninguna manera. Había que estar allí!

Contrario a la “misión imposible” de lograr obtener una entrada para una de estas nueve fechas, el acceso al Estadio fue organizado y muy expeditivo en el día que asistí. Con familiares y amigos, tardamos no más de diez minutos en ingresar a las ubicaciones que nos correspondían y pasamos algo más de dos horas y media cómodamente sentados y escuchando muy buena música que seleccionaron para la espera (destinado a todos los gustos dentro del Rock & Roll), un verdadero lujo. Como es habitual, dentro del propio Estadio podías comprar el “merchandising” oficial –respectivamente- de la ocasión, incluyendo ediciones flamantes de todos los álbumes de estudio de Pink Floyd y un CD compilación de Roger Waters solista. Hasta pocos minutos antes de empezar el show, mientras en las tribunas el público jugaban a la “ola mejicana”, otros iban arribando a sus ubicaciones y podría afirmar categóricamente que el estadio llegó a colmarse con gente sentada en pasillos laterales o parada, de toda clase social y edades, incluyendo familias completas o bien el clásico padres con hijos. El marco (incluyendo escenario) era visualmente imponente, aún previo a empezar el show, algo poco visto antes.

Altavoces anunciando que en cinco minutos comenzaría el espectáculo y la aclaración/solicitud que a Roger no le molesta que saquen fotos durante el concierto pero que no se utilicen dispositivos de flashes en nuestras cámaras de fotos porque afectarían la puesta visual del show o ciertos efectos especiales, ya nos predispusieron a concentrarnos en lo que estaba por venir y así, de una vez, calmar nuestras ansiedades…

El Show en sí

Una trompeta interpreta los segundos iniciales de la obra[1] y -de golpe- irrumpe la banda en pleno con los potentes acordes introductorios de “In the Flesh”, con un despliegue lumínico y visual espectacular, fuegos de artificio, la simbología típica de un totalitarismo (escudo, banderas, desfile y uniformes), con más el ataque de un avión (circa IIº Guerra Mundial) mismo –sobrevolando sobre nuestras cabezas- hasta estrellarse contra el escenario, inmediatamente después de terminar la canción. Un inicio que dejaba shockeado a cualquiera. Así como se lee, todo ello desde la primera canción.

Sí!  Parece mentira pero los argentinos –como muchos otros amantes del rock de otras latitudes- estábamos presenciando y vivenciando una propuesta artística “única” y nunca vista antes, en éstas y otras latitudes. No podría calificarlo de concierto… eso sería minimizarlo. Asistí a un verdadero show de características multimedial y de disfrute multisensorial: musical, arquitectónico (construcción del muro), expositivo fotográfico y fílmico, actoral, testimonial, de contenido histórico-contemporáneo y la lista sigue. Una experiencia artística sin precedentes, estimo. Tampoco podría detenerme en analizar sucesivamente canción por canción, de un repertorio cuyo orden estricto está determinado por el de la obra discográfica doble, más el tema adicional no editado entonces. Pero sí destacar aquellos momentos que –particular y personalmente- más llamaron mi atención; ya sea por lo musical o la puesta visual-lumínica y/o multimedial, o por todo ello a la vez.

Considero necesario aclarar que en la actual representación de “The Wall Live” (2010-2012) mucha influencia tienen la película homónima de Alan Parker (estrenada en 1982), acontecimientos bélicos y controversiales de la historia del mundo posteriores a 1979 y hasta la actualidad, como así también la tecnología Siglo XXI puesta al servicio de la obra conceptual; todos ellos, factores ausentes  en la Gira 1980-1981 por obvias razones de época. Vista desde nuestros días, la propuesta de entonces pareciera haber sido –digamos- algo más módica; con las imágenes, caricaturas y proyecciones creadas por Gerald Scarfe, los muñecos inflables del maestro, la esposa, la madre y el cerdo (que ya venía desde el tour del álbum “Animals” de 1977), el avión estrellándose al inicio, puesta lumínica y de efectos especiales, explosiones, con más algunas representaciones actorales de Roger en momentos específicos. Todos ellos recursos, obvia y esencialmente, necesarios para la puesta actual. Pero, con una importante diferencia: una obra creada mayormente por Waters y llevada adelante por Pink Floyd. Aún así, las crónicas periodísticas y testimonios de la época también lo han señalado como un evento artístico único y espectacular, con lo mejores recursos que entonces se pudo ofrecer… y con altísimos costos económicos e interpersonales en el seno mismo del grupo. Desde luego, con mis entonces doce años y a miles de millas de las ciudades donde se llevaron a cabo dichos shows, puedo escribir y trazar estas comparaciones sobre la base de investigación bibliográfica, periodística y discográfica[2] así como mirar una y otra vez los videos de los conciertos en el Earls Court de Londres, 1980 (incluyendo visitas vía web en YouTube).

Continuando con el show, los temas iban sucediéndose ordenadamente y la siguiente atracción se supone estaría en el célebre “Another Brick In The Wall. Part 2”, con el grupo de chicos ingresando para actuar, cantar y bailar junto a Roger; mientras el inflable del maestro ya andaba haciendo de las suyas desde “The Happiest Days Of Our Lives”. Como en las giras previas más recientes, los chicos se desenvuelven con una pista coral pre-grabada y portando remeras con la leyenda “El miedo construye muros”, auyentan al maestro, y –poco a poco- comienza a construirse el muro. Esta exitosa canción, además, es claro ejemplo de cómo ofrecer un show de algo más de dos horas, cuando la totalidad del álbum doble no supera los ochenta minutos de duración. A saber: cuando el público dábamos por concluída la canción (con la salida del grupo de chicos del escenario), Roger y su banda prosiguieron tocando una “coda” cuasi-acústica y más calma de la misma, cosechando notables aplausos. Y no sería ésta la única ni última vez puesto que la interpretación de la obra conceptual, por esta banda, también contó con finos arreglos, detalles armónicos, partes instrumentales y solos que tuvieron por efecto extender un poco más estas versiones en vivo.

Y ya que estamos, me parece que es oportuno hacer algunos comentarios acerca de la banda de apoyo de Roger. A parte de élla ya la conocemos de giras previas: Graham Broad, Jon Carin (también integrante de las bandas soportes de Pink Floyd post-Waters y David Gilmour solista), Dave Kilminster y el gran Snowy White (compañero inseparable de Roger y guitarrista adicional de Pink Floyd en algunas giras, incluyendo “The Wall Live” en 1980). No caben dudas acerca de la capacidad técnica y profesional de estos músicos, perfectamente demostrada en las giras anteriores y que cualquier persona puede verificar en las ediciones de Videos y DVDs testimoniales de las mismas. Pero la puesta en marcha de “The Wall Live” 2010-2012 requirió, en su seno, de algunos cambios y nuevas incorporaciones[3]: para el coro de voces masculinas (típico de la obra) ingresaron John Joyce y la familia Lennon: Kipp, Mark y Pat  -un equipo muy solicitado por varias figuras del mundo musical-; en el mismo rubro (vocal), se necesitaba una voz que se ocupara de las partes cantadas originariamente por David Gilmour y Robbie Wyckoff fue convocado para ello. Andy Fairweather Low, un gran guitarrista/bajista y viejo compañerito de aventuras con Waters, esta vez no fue de la partida y G. E. Smith ingresó en su lugar. Harry Waters, el hijo de Roger, re-ingresó a la banda –debería afirmar- pues en ciertas giras de su padre participó y en otras no. Todos juntos (viejos y nuevos convocados para la ocasión) constituyen un equipo increíble, solvente y capaz de imprimirle sello propio a esta música, pese a tratarse de una obra conceptual cuya estructura misma no deja mucho margen para re-interpretarla. La performance grupal fue contundente e impecable en todos sus roles. A la altura de las circunstancias.

Sobreviene una pausa y el primer contacto de Roger (guitarra acústica a cuestas) con el público[4]: dedica el show a las Madres de Plaza de Mayo, a los desaparecidos y muy especialmente a Ernesto Sábato, acuñando para sí la frase célebre argentina de “Nunca Más” en las palabras finales de su discurso, no sin antes pedir un merecido aplauso para los chicos por “Another Brick…”. Si tenés más de treinta y pico, la emoción te juega una carta fuerte con estas primeras palabras; y Roger Waters sabía perfectamente lo que estaba diciendo. Con esta verbal y alusiva introducción, llega “Mother”, otro de los grandes momentos de la noche. La canción deviene como un bálsamo en su candidez instrumental y, simultáneamente, podíamos ver en las pantallas a un “Roger más joven” (sic), en una filmación de su interpretación del concierto del Earls Court (Londres, 1980), acompañando al Roger actual, de 67 años, en escena. Párrafo aparte, me mereció la humorada subsiguiente del público al verso “Madre: ¿Debo creerle al gobierno?” con los consabidos gritos de NO!!!!!, más la leyenda bien argenta de “Ni en pedo” proyectada en el muro. Las referencias visuales siguen capturando nuestra atención: la cámara parodiando a “Big Brother”, aparición caricaturesca de la Madre y sus leyendas sobreprotectoras (en varios idiomas) sobre la pared.

Es que “The Wall Live” 30º Aniversario es un espectáculo comprensivo de más de un sentido y la faceta visual tiene su mejor y mayor expresión que antes: a las proyecciones, caricaturas, dibujos e imágenes originales de Gerald Scarfe de entonces y ahora tecnológicamente optimizadas, más las escenas propias de la película de Alan Parker (a la que Scarfe también contribuyó), ahora se suman nuevas imágenes, dibujos, leyendas, palabras y proyecciones, que contienen hechos y sucesos históricos/periodísticos posteriores a 1980 y bien cercanos hasta nuestra actualidad “globalizada”. Así, fueron de la partida imágenes del brasileño asesinado por la policía londinense en el subte, durante la “coda” de “Another Brick…”; ó, luego de angelicales imágenes de palomas en la intro de guitarras de “Goodbye Blue Sky”, incorporar –cuan caída de bombas aéreas de la película- emblemas/logos de marcas pertenecientes a empresas reconocidas con gran desarrollo en el capitalismo actual, junto a las clásicos emblemas políticos y religiosos originales (sin olvidar la proyección del vocablo “Capitalismo” en el muro, con  tipografía de la mundialmente reconocida marca “Coca Cola”). Otro ejemplo pudo verse en la sustitución de escenas originarias por flashes de noticieros, proyecciones e imágenes de conflictos bélicos más recientes; o bien, la parodia de una cámara filmándonos bajo la leyenda “Gran Hermano te está mirando”, para entonces adaptarla al opus conceptual de The Wall con “Gran Madre” (antes descripta). Tampoco faltó la moda “tecnológica”, como cliché de estos tiempos, con los “iPods” e “iPads” en manos de extras, o bien trazar paralelos, extendiéndola a palabras, durante “Run Like Hell”.

Volviendo a la primera parte, las originarias referencias sexuales florales diseñadas por Gerald Scarfe (matizando el lacerante solo de guitarra de “Empty spaces”) comparten espacio –“What Shall We Do Now?” mediante – con actuales proyecciones de prostitutas y mujeres en sexuales actitudes y poses, durante “Young Lust” (Lujuria juvenil). Canción donde también pueden apreciarse el progresivo avance de construcción del muro y la performance vocal de Robbie Wyckoff, en su duro rol vocal y en que siempre las comparaciones con Gilmour suelen ser un lugar común, además de odiosas. A continuación, vamos llegando al final del primer segmento, establecido por una nueva secuencia fílmica de Pink correspondiente a “One Of My Turns” y con Roger cantando por fuera del cuasi-muro. Imágenes de la esposa, su deforme inflable y el del maestro -dando vueltas por allí- aparecen en el depresivo “Don´t Leave Me Now”, abruptamente cortados por una más dinámica (y jugosa en proyecciones varias, merced a la tecnología) parte tercera de “Another Brick” hasta llegar a la coda final de “Goodbye Cruel World”; donde la construcción completa del muro culmina (“Last Few Bricks”), previo ver a Roger cantando los últimos versos de la coda en el último espacio vacío de ladrillo que queda, previo colocarse. Cierra así el círculo conceptual de la separación músicos-público (una de sus  materializadas ideas), dando de esta manera por finalizada la primera parte del show. Waters se ha repartido mayormente entre cantante y músico, durante esta primera fase,  apoyándose en la solvencia y el profesionalismo de una banda que se la juega a nivel instrumental y coral. Todo (música, imagen, iluminación, video, un poco de actuación, efectos especiales, animación, etc.) se desarrolla cuan perfecto mecanismo de relojería suiza. Nada queda librado al azar, ni de improviso.

Sobre el muro puede leerse la palabra “INTERMISSION” (Intervalo) pero ciertamente lo fue sólo para los protagonistas –cantante y su grupo- puesto que el público contaba con una proyección mural de fotos de personas fallecidas en combate o en circunstancias controversiales políticas, acompañadas por breves biografías respectivas cuan fichas técnicas. Luego, una nota escrita a máquina y firmada por Roger Waters, en cuyo tenor puede leerse “Quisiera agradecer a todos aquellos quienes enviaron fotos de sus seres queridos fallecidos. Nosotros los recordaremos - Roger”.

La acústica, famosísima, “Hey You” y la secuencia de tres canciones que le siguen nos trae mansamente de regreso a la segunda parte del show; donde la faceta visual, actoral y de proyecciones cobra un mayor protagonismo, si la comparamos con la primer parte. Reiniciar y encontrarte con un muro, tocando la banda detrás del mismo (salvo en contadas excepciones ó Roger cantando) me causó y aún hoy sigue causándome –como a otros asistentes a los nueve shows con quienes más tarde o días después conversé- una sensación muy extraña, rara, algo muy loco: miles de personas viendo una pared, con imágenes o proyecciones como protagonistas, y escuchando una música entre sublime y arrolladora, según qué tema se esté tocando. Uno experimenta (desde el lugar de espectador) la concepción de aislamiento que Roger Waters concibió y llevó a la práctica[5], tras el conocido episodio de escupir a un fan en escena, durante la gira de presentación de “Animals” (1977); conducta que –en definitiva- derivó en esta idea rectora y obra multimedia. En ese momento especial, parafraseando el título del tema, la pregunta que me hice fue “¿Hay alguien allí adentro? [o“allí detrás?”, mejor escrito]. Otra peculiaridad fue el desafío de cómo compatibilizar lo sublime y sutil de la secuencia “Is Anybody Out There?” (durante la cual se abría un hueco en la pared, permitiéndonos ver tocar a los guitarristas),“Nobody Home” (con Roger en pleno acto de habitación de hotel, mirando una película de guerra en TV, al igual que en la Gira 1980-81 y respectiva escena del film de A. Parker, 1982) y “Vera” con un marco escenográfico imponente, decenas de miles de personas asistentes y una locación (River Plate) típicos del rock de estadio. Casualmente, en estos días nos enteramos que la gira sigue, luego del tramo latinoamericano, en una segunda etapa estadounidense con estas características.

Y fue en “Vera” donde mi primo Gabriel me hizo notar un detalle muy particular: las previsibles escenas de la película fueron reemplazadas por otras; niños y familiares recibiendo a sus seres queridos (soldados), retornando de unas de las tantas intervenciones militares. Particularmente, la de una niña en su banco del aula escolar conmovida por la sorpresa de ver entrar a su padre uniformado –se supone, recién llegado de una guerra-, pasando (élla) por todos los estados emocionales que cualquier ser humano se pueda imaginar. Para mí, quizás ésa fue una de las escenas y momentos más impresionantes del show. Así, las representaciones e imágenes se rediseñan pero la noción, lo medular del mensaje, sigue siendo el mismo. Y fue en ese momento mismo donde me percaté de la vigencia de “The Wall” como concepto y demostrativa de la misma esencia humana. Podrán pasar los años y la obra “The Wall” devendrá en recurrencia, con matices nuevos y/o propios de las circunstancias de tal o cual momento. A las pruebas me remito: recuerden “The Wall Live in Berlin” (Roger Waters, 1990), con la caída del Muro e  histórica reunificación alemana. Quiero decir, un concepto universal y atemporal; y he aquí la genialidad de este hombre, este artista musical que lo ha creado.

“Bring The Boys Back Home” (Traigan los chicos de regreso a casa), con la pomposidad musical y espectacularidad visual –caracterizada por las miserias de la guerra y leyendas varias sobre el muro- nos saca del letargo y nos deposita en otro de los momentos más anhelados y movilizantes del show: “Confortably Numb”. El canto y la actuación de Roger van de la mano con el espíritu y tempo del tema, los efectos visuales proyectados en el muro nos dejan boquiabiertos (tecnología S. XXI mediante) y muy especialmente cuando –paralelamente al segundo solo de guitarra eléctrica- Roger posa su mano, provocándose una virtual y multicolor desintegración del muro, algo sensorialmente indescriptible en palabras. También contamos con las intervenciones estelares de Robbie Wyckoff (voz) y Dave Kilminster con sus  solos de guitarra allá arriba, en lo alto del muro (al igual que lo hizo David Gilmour en su momento y en el concierto de Londres, 2011). Para muchos, este tema constituye la cumbre misma del espectáculo. Kilminster sobresale con sus filosos solos y punteos, demostrando su fibra como buen guitarrista de rock sinfónico que es. Sorprendió a muchos, quienes recién lo conocieron a través de la convocatoria a integrar las filas de la banda de apoyo de Roger Waters. Pero no al amante y cultor del género, que ya lo conoce y se regocijó al saber que había sido convocado, allá por el 2006-2007, para la gira conmemorativa de otra obra maestra de Pink Floyd: “Dark Side of The Moon”. El segmento cierra con la brevísima “The Show Must Go On” y aquí es donde los coristas –primero- pasan al frente, vestidos de riguroso uniforme negro y rojo; luego, gradualmente, hará lo propio el resto del grupo.

Ya no hay maestro de ceremonias (como en la Gira 1980-81) en esta fase, pero el tramo final no deja de ser el más teatral y cuasi virtual del show. Roger, como en toda la noche, no abandona su protagonismo y reasume el rol de líder totalitario, re-interpretando una apropiada “In The Flesh” (máxime por su letra) junto a la “ahora visible” banda, cargada de un aire más denso en su ejecución. Toda la parafernalia y megalomanía propia de una dictadura (uniformados, símbolos, brazaletes, emblema, desfile y banderas alegóricas, en predominantes tontos rojos y negros, un poco de blanco), sumando las imágenes de Scarfe (los clásicos martillos en desfile), dominan el escenario cuan apoteótica apología.

“Run Like Hell” redobla la apuesta en la doble dimensión: por una más dinámica performance musical y el despliegue lumínico-visual es total, con el chancho haciendo de las suyas por sobre las cabezas de quienes se ubicaron en el campo. River Plate estalla en aplausos, gritos y ovaciones, con público de pié, pues éste fue otro de los momentos más esperados. Vocablos semánticamente importantes, inicialados con “i” (moda circa Siglo XXI, parodiando iPad), van sucediéndose unos a otros: iLead, iProtect, iFollow, iResist, iProfile, i Lose, iTeache, iLearn, iBelieve, i Paint, iPay… respecto de los cuales se aconseja –en alegoría y simultaneidad al canto- “mejor correr”. Toda una declaración.

Justo entonces cuando, terminada esta arrolladora versión, Roger queda sólo, cantando con megáfono en “Waiting for The Worms”; junto a proyecciones de “The Trial” (El Juicio), con los tres personajes caricaturescos de la obra e introduciendo al Juez, quien cobra protagonismo en esta especie de musical operístico. Exhausto Pink (en el canto de Roger), recibe la condena del Juez, que ordena, en su sentencia, se derribe el muro. Así sucede en el escenario mismo, con la absoluta espectacularidad que puede esperarse. Otra vez, el público estalla en aplausos y ovaciones. La sensación que nos produce es indescriptible, algo nunca visto. Final formal.

Pausa de por medio, ladrillos esparcidos por doquier, Roger y la banda vuelven a despedirse con la simple y en plan desenchufado (guitarras acústicas, banjo, panderetas, acordeón, voz y coros) “Outside The Wall”, deshaciéndose en gestos de agradecimiento a un público que los ovacionó largamente. Tras el saludo de despedida grupal acostumbrado, uno a uno de los músicos (siendo presentados por Roger) van retirándose por el ala lateral derecho y tan sólo ÉL queda, Waters -protagonista absoluto de la noche- agradeciendo al público asistente a esta octava presentación, quienes por enésima vez volvimos a aplaudirlo y ovacionarlo.

 

En conclusión…

Estimo no estar equivocado en afirmar que –para muchos de nosotros- hemos asistido al mejor show de nuestras vidas. Un espectáculo nunca antes visto en este país y la concreción de un sueño para los muchísimos seguidores argentinos de Pink Floyd que, por obvias razones de distancia y de logística, no pudimos asistir a los shows de 1980-1981.

Está claro que, dada la lamentable desaparición de Rick Wright, hubiera sido imposible montar la obra como proyecto de Pink Floyd. Sólo a través de la iniciativa de Roger como solista se pudo concretar su representación 2010-2012, teniendo la suerte (al menos en una fecha, en Londres, 2011) de contar con las participaciones de David Gilmour y Nick Mason, los otros integrantes vivos del grupo. Ahora bien, viéndolo desde otra perspectiva, quizás el llevarlo a cabo así le permitió a Roger desplegar mucho más su performance artística, a la par de disfrutarlo (como él mismo ha manifestado). En esta ocasión, no hubo conflictos de ego, ni presiones o pesares económicos ni interpersonales: era su proyecto de representación conmemorativa del trigésimo aniversario. Enriquecido por los avances tecnológicos y el aporte de los acontecimientos históricos posteriores que vinieron en apoyo a reforzar el concepto de la obra misma. Un evento único e inolvidable en nuestros sentidos y memoria.

Hugo Lagar.

Marzo del 2012.


[1] No tuvimos la suerte de contar (como en etapas previas del Tour) con el acto del cartonero que lleva el muñeco de la Gira originaria de “The Wall” en un carrito de supermercado y lo tira al escenario antes de escuchar la trompeta pero…

[2] El libro que acompaña al álbum doble “Is Anybody Out There? - The Wall Live 1980-81” (EMI, 2000) es una auténtica e ineludible fuente.

[3] Originalmente, llevar en gira “The Wall” requirió de dos músicos por cada rol en la banda (convocando entonces a Andy Bown en bajo, Willie Wilson en batería, Peter Woods en teclados, Snowy White -1980- y Andy Roberts -1981- en guitarras) más cuatro voces masculinas para el coro (John Joyce, Stan Farber, Jim Haas & Joe Chemay) y un incidental maestro de ceremonias (Gary Yudman). Fórmula que, ciertamente, tuvo algunas modificaciones en la puesta 2010-2012.

[4] Tal pareciera estar así pautado en diseño del show pues así sucedió en todas las fechas que ví.

[5] Siempre tuve curiosidad por saber qué y cómo se siente tocar así (por si alguno no lo sabe, fui músico alguna vez en mi pasado), pero desde la perspectiva del espectador –reitero- fue muy raro por más que Roger Waters ha sido claro en sus explicaciones y sentimientos sobre esta particular cuestión: leer sus notas en el Libro del álbum “Is Anybody Out There?” ya enunciado.