Los Gatos

Gran Rex – Jueves 23 de agosto de 2007

 

 

Que show increíblemente fantástico, repleto de magia, buena música, arte genuino y revelador que fue el de Los Gatos, del pasado jueves en el Gran Rex, en el marco de la gira de festejo por los 40 años de la edición del primer simple con “La Balsa” allá por julio de 1967, y que sirviera para que Los Gatos fueran los padres del llamado “rock nacional”

Y podríamos agotar adjetivos sobre el show y sobre la banda pero permítaseme hablar por primera y última vez en primera persona para contar que cuando se separaron Los Gatos, yo tenía 6 años y por tanto no pude ver a la banda en vivo. No obstante cono fanático del “rock nacional” (o rock argentino como le gusta decir acertadamente a Miguel Grimberg), años después disfrute de toda su hermosa música y los consideré “padres de la criatura”, pero el jueves pude entender porqué tipos como Spinetta (“cuando vi a Los Gatos en el teatro Payró en 1967 mi vida cambió”) Páez y demás músicos que luego fueran íconos, habían sido tan influenciados por la banda.

Es así amigos, Los Gatos versión 2007 siguen siendo una verdadera aplanadora, musicalmente impactantes, con un sonido que seguramente envidien las paupérrimas banda popes del actual (y penoso, en su gran mayoría masiva) rock argentino.

Un show que abarcó la mitad del repertorio del grupo, decía Litto al comienzo cuando el público empezó a pedir temas, que Los Gatos tenían sesenta y pico de temas, y que esa noche iban a tocar ¡¡“la mitad”!!

Brillaron todos los temas que la mayoría quería escuchar, desde la potente apertura (que conmovedores arreglos) “Lágrimas de María” y “Soy de Cualquier Lugar”, temas de todos sus (seis) discos y estilos, el sonido más rockero de la época de Pappo, recordado emotivamente por Litto antes de “Rock de la Mujer Perdida” y muy bien llevado por Kay Galiffi otra agradable sorpresa en la noche (hacía más de viente años que no tocaba guitarra eléctrica, ya que es profesor y ejecutante de guitarra clásica en el conservatorio musical de Rio de Janeiro, adonde vive hace 37 años).

Otro momento destacado fue cuando solo Litto en piano y Kay en guitarra hicieron una fantástica y conmovedora versión de “Los Payasos No Saben Reír”, o el merecido homenaje a Lalo de Los Santos y su inmortal “No Te Caigas Campeón” (mostrando una vez más la grandeza de Nebbia)

El homenaje a Pipo Lernoud y Morís estuvo con la versión de “Ayer Nomás”, o la belleza de “Viento Dile a La Lluvia”  (una monumento a la perfección melódica del segundo disco que vendió más simples que “La Balsa”).

La demostración de la gran riqueza melódica del grupo con el sonido folk de “Yo Vivía en las Montañas”, el sonido de bossa nova de “Donde Está Esa Promesa”, las típicas bellezas melódicas irrompibles como “La Chica del Paraguas”, “Esperando a Dios” y por supuesto el cierre lógico con la versión 2007 de La balsa junto a Fito Páez.

Los cuatro “gatos” originales y fundadores, Ciro Fogliatta un eximio ejecutante de órgano Hammond con Leslie, la base impecable además de los coros de Alfredo Toth (toda la noche con una inmensa sonrisa en la cara), Kay Galiffi sumamente profesional en la guitarra eléctrica, y Litto Nebbia fantástico en voz (intacta al paso de los años) guitarra y teclados, sumamente ajustado al marco grupal donde fueron cada uno parte del todo superador.

Le sumamos los músicos invitados a tocar las partes del gran Oscar Moro baterista original y lamentablemente fallecido prematuramente el año pasado, dos grandes del instrumento, Rodolfo García finísimo y sutil en batería (como siempre) y percusiones (notable en tumbadoras en la versión de “Fuera de la Ley”) y un poderoso Daniel Colombres sumando portencia al conjunto.

Una fiesta popular en el Gran Rex, colmada de fanas de todas las épocas, daba gusto ver a gente de más de 50 años con hijos y nietos, y además plagado de músicos como Emilio del Guercio, León Gieco, Arnedo, Mestre, por citar algunos y periodistas (de los buenos) Alfredo Rosso, Claudio Kleiman, Miguel Grinmberg, entre otros.

Verdaderamente queda demostrado una vez más que cuando la música es expresión genuina y sincera del alma del artista, más allá de especulaciones comerciales y porquerías prefabricadas por el “show business”, es absolutamente imperecedera al paso del tiempo, como lo acaban de demostrar Los Gatos 40 años después, o Bach 400 años después, o John Gowland (a través del magnífico “Songs from the Laberinth” del año pasado de Sting) 1000 años después.

 

Gustavo Bolasini