10
de diciembre de 2003 - Teatro ND/Ateneo
Presentación
de “Fronteras Mágicas”
Casi
dos décadas separan la última presentación de Espíritu de este retorno de
2003. El grupo, que supo aquilatar sus más grandes logros en los años setenta
por medio de “Crisálida” y “Libre y Natural” y continuó su carrera
hasta principios de los ochenta, se presentó con una formación renovada, en
donde su único integrante original es el notable guitarrista Osvaldo Favrot. La
excusa de esta actuación fue la presentación en vivo de su último trabajo,
“Fronteras Mágicas”, un disco en donde el grupo recupera gran parte del
potencial que los hizo reconocidos entre el público. La música de este álbum
representa una visión actualizada de la que exhibieran en sus trabajos
anteriores: una mixtura de temas sutil pero profundamente elaborados con
canciones engañosamente simples. Esto es debido a que a medida que se suceden
las audiciones de dichas canciones, se van apreciando detalles que en una
primera impresión resultan imperceptibles. El recital del ND/Ateneo fue, decíamos,
la excusa para el reencuentro con la música de Espíritu. Y este dejó un saldo
gratamente positivo. La banda tiene una solidez producto de largas sesiones de
ensayo que se evidencian desde el arranque con “Polarians”, el tema que además
abre el disco. Ya en el segundo tema, “Sin Fronteras”, se hace evidente que
la elección de Pablo Guglielmino como voz líder de la banda no podía ser más
que acertada: Guglielmino es poseedor de presencia vocal y escénica que lo
ubica sin dudas entre los mejores cantantes que dio el género del rock
progresivo en los últimos tiempos. La primera parte del recital permite
apreciar la solidez del grupo, que va in crescendo hasta desembocar en la
primera gran (esperada) sorpresa de la noche, la versión de “Libre y
Natural” que, con pequeñas actualizaciones, permite apreciar la vigencia
musical que aun mantiene casi treinta años después. La segunda parte de la
presentación de “Fronteras Mágicas” demuestra el gran trabajo de Ernesto
Romeo en teclados aportando colchones y climas (aunque tal vez padeciendo de
bajo volumen en la mezcla final, lo que hizo que se perdieran algunos detalles
de su trabajo), y la sólida base rítmica integrada por Horacio Ardiles en
batería y Federico Favrot en bajo. “Ciudad de Locos”, “Caleidoscopios”
y “Psicosis” se van sucediendo hasta llegar a la presentación de gran parte
de la obra “Crisálida”, otro momento esperado por el público. Los
intrincados pasajes de la obra recobran vida y da la sensación de que el tiempo
no hubiera pasado, como si nos encontráramos en 1974 en el teatro Coliseo,
cuando Espíritu presentaba este trabajo, siendo pioneros en lo concerniente a
ambientación escenográfica y puesta en escena. Una vez más, Guglielmino y
Osvaldo Favrot (este último, de más está decirlo, de firme labor durante todo
el recital) junto con Romeo, Ardiles y Federico Favrot conforman una ajustada
maquinaria musical al servicio de una obra de difícil ejecución. Para el final
y los bises, “Soy la Noche”, en versión acústica a cargo de Favrot y
Guglielmino y un final a pura energía con “Moisés” de
“La Biblia” de Vox Dei, da paso a la melancólica coda con “Réquiem X”,
tema que precisamente cierra el nuevo disco.
Espíritu
retornó y es de esperar que ocupe el lugar que merece dentro de la historia del
rock argentino. Este tipo de vueltas genera en algunos medios maliciosas
suspicacias, la mayoría tendiente a desalentar al eventual público,
calificando a los grupos de distintas y burdas maneras, y tratando de invalidar
lo que realmente importa en un hecho artístico: el valor en sí de la obra
musical. Espíritu tiene muchos y sobrados elementos para sostener su prestigio.
Lo demostró a lo largo de su historia y lo hace en su nuevo trabajo discográfico,
un álbum de excelente rock elaborado con un valor musical que muchos de los
productos endiosados por la prensa actual* envidiarían. Por este motivo no se
explica (o mejor dicho sí se explica) por qué ningún medio permitió al público
informarse sobre la presentación del grupo. Esto tuvo como resultado, una
concurrencia menor de la que una banda del prestigio de Espíritu merecía.
Con
una sobria y efectiva puesta de luces, proyección de imágenes y un buen sonido
(a pesar de algunos desbalances circunstanciales en los volúmenes de los
teclados y de la batería), Espíritu ofreció un magnífico recital de dos
horas en donde demostró por qué es una banda con un gran pasado y, a juzgar
por esta presentación, con un gran y promisorio futuro.
*
Por ejemplo, ¡grupos de folclore fashion que actúan ante cuarenta mil personas
utilizando play-back!
Carlos Salatino